La educación en los tiempos del coronavirus

Tanto hablar de que “los primeros educadores son los padres”… Ahora que la cuarentena fuerza a padres e hijos a convivir en “horario escolar”, la definición de educación entra en crisis.

Una posibilidad es la solución “Viva la Pepa”. Que hagan lo que se les dé la gana. Ya tenemos bastantes problemas, los padres, con mantener el empleo trabajando como locos desde casa, limpiar, cocinar y lavar la ropa sin ayuda, sepultar tiempo en colas para comprar comida, ocuparnos de los parientes que viven solos. Que los hijos en edad escolar pasen el tiempo como quieran, con tal de que no rompan: ni las cosas ni la paciencia.
La solución es atendible. Es verdad que la mayor parte de los padres trabajan como burros de carga, y no se sienten con fuerzas para reemplazar a la escuela. Ni pueden hacerlo, en muchos campos. Además, puede que el sistema educativo organice educación a distancia, con clases y tareas; los padres, en respuesta, podrían descansar en ello, y dejar a sus hijos, en el resto del tiempo, a su libre albedrío.
Pero hay otras posibilidades.
Si los padres aprovechan el tiempo de convivencia para observar a sus hijos más de cerca, verán que ellos, espontáneamente, dejan ver ciertos intereses que los predisponen a querer realizar aprendizajes. Una adolescente puede pescar en internet una película como “V de Vendetta”, y terminar interesada en cómo se reparte el poder en este mundo, o en cómo se hace para aprender a influir en la gente. Un niño puede ver que sus padres instalan, arreglan, cosen o cocinan, y ponerse a jugar a que hace esas tareas, porque está profundamente interesado en usar sus manos.
En cuanto sabemos que uno de nuestros hijos está especialmente interesado en algo, podemos inferir que recibirá con agrado la oportunidad de hacer aprendizajes en ese sentido. El interés por reparar y construir abre el camino, por ejemplo, a querer aprender a hacer mediciones, calcular, evaluar materiales y herramientas, ampliar el vocabulario, preguntar, discutir sobre soluciones prácticas. El interés por opinar y actuar en la sociedad abre el camino, por ejemplo, al deseo de aprender a definir el pensamiento propio, polemizar, negociar, investigar hechos, hablar y escribir con solvencia, manejar la expresión corporal, o saber sobre roles sociales y psicología.
En cuanto los padres noten qué es lo que quieren aprender sus hijos, aunque éstos no lo puedan formular claramente, tienen marcado el camino para poner a su alcance oportunidades. Si una hija o un hijo idealizan a un país de idioma diferente, porque tienen gente famosa o amigos que viven allá, será hora de pensar en cómo hacer para ofrecerle medios de aprender ese idioma extranjero, aunque toda la familia esté encerrada por la cuarentena. No hay cuarentena que impida a un hijo investigar e imitar a un cantante, si los padres perciben que eso va a llevarlo a aprender música; soportarán hasta cierto punto el ruido ambiental correspondiente y lo animarán a probar y a grabar sus ensayos y errores.
Hay otro filón interesante para explotar en tiempos de cuarentena: la educación de adultos. Puede haber cosas que los hijos hayan aprendido en la escuela y que sean genuinamente interesantes para los padres, desde ejercicios de educación física que pueden probarse en casa hasta textos que les hayan hecho leer y que llamen la atención, o por buenos o por inaceptables.
En “El amor en los tiempos del cólera” de García Márquez, la vida batalla contra la muerte. El deseo de educarnos forma también, hoy, parte de esa lucha. Como la cuarentena.

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