Todos los Docentes terminamos siendo Docentes de Lengua. Entonces, a los Docentes de Lengua ¿qué les toca?

Buena parte de la información que enseñamos será obsoleta mañana. Un solo contenido permanece: el lenguaje (= la forma de aprender) de cada campo del conocimiento. Esos lenguajes raramente se enseñan.

Un Docente de Biología (desde el catedrático de neurobiología hasta la maestra de jardín que trabaja con el juego) sabe que lo que enseña puede que no les sirva a sus alumnos por mucho tiempo. Habrá cambios en todos los frentes de la ciencia: planteos sobre la materia, la energía y el universo, revoluciones en la explicación de la vida, hallazgos genéticos, novedades paleontológicas, descubrimientos en cuerpos celestes, revoluciones en la práctica médica (como lo fue el psicoanálisis), nuevos instrumentos (como, hoy, la informática), novedades en los niveles subatómico y cuántico y descubrimiento de otros, acontecimientos que abran intuiciones o problemas (como la robótica o el calentamiento global), o aportes del conocimiento no científico (como el yoga o la telepatía).
Pero entonces, un Docente de Biología no debería angustiarse sobre la absoluta novedad de lo que enseña, ni tampoco recostarse en lo que enseñó siempre.
Lo único que va a permanecer en los años próximos es el arsenal de estrategias que usa la Biología para aprender. Dicho de otro modo: lo que vale la pena enseñar es lo siguiente: ¿cómo se hace para aprender Biología durante toda la vida?
Valdrá la pena enseñar contenidos. Es útil saber qué es una proteína, por ejemplo, y para qué sirve. Pero lo más importante es saber cómo se descubre ese tipo de cosas, y cómo se hace para evaluar la veracidad de la información biológica que nos llega (por ejemplo, a través de la engañosa Internet).
Los alumnos necesitan aprender cómo se piensa en Biología: el método científico, las actitudes que lo sostienen, el partido que se puede sacar de los errores, el diseño y uso de instrumentos… En el fondo: cómo inducir, deducir, comparar, clasificar, definir, intuir, criticar, analizar, sintetizar, construir hipótesis, establecer cadenas causales. Más al fondo: cómo confiar en el trabajo propio, cómo coordinarlo con el de los demás, cómo manejar la frustración, cómo distinguir entre la ilusión y lo real.
Todo esto, ¿qué tiene que ver con el aprendizaje de la Lengua?
Que todas las operaciones de la Biología deben terminar expresándose en palabras, para que el conocimiento exista.
Nadie sabe nada hasta que no lo pregunta, lo enseña, lo lee, lo escucha, lo escribe, lo discute.
Pero entonces, un docente de Biología es quien enseña a hablar y escribir los procesos mentales de esa ciencia. Debe poder enseñar a redactar “papers” y libros, participar constructivamente en discusiones, registrar las alternativas de un experimento, dar explicaciones, responder preguntas, razonar por escrito con claridad…
¿Qué le queda al docente de Lengua?
Primero y principal: Reunirse con su colega de Biología (por citar un área) y preguntarle honestamente: “¿En qué te puedo ayudar desde el área de Lengua?”
El docente de Biología interpelado quedará sorprendido. Si se repone, empezará a pedir: que los alumnos escriban en una computadora con buena puntuación, uso de mayúsculas, ortografía, tipografía y diseño gráfico; que estén preparados para escribir con su mano, de forma legible; que sepan hablar en público con buen uso del espacio, el tiempo, la voz, la postura, los gestos y la manipulación de material; que sepan discutir, coordinar discusiones y registrar su resultado; que ejerciten la redacción de textos propios de la Biología.
En 52 años de trabajo en Educación, he encontrado poquísimos establecimientos en que esta pregunta se haga de un modo sistemático, serio, y entusiasta.

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